miércoles, 23 de junio de 2010

"Llego en 5 minutos": voy de Tacuba a Refinería


En el vagón se encontraban las suficientes personas como para dejar a 12 sin asiento. Estas doce, esparcidas a lo largo, ya sea sosteniéndose en los tubos o sentados en los extremos. Era alrededor de las 5:30pm de aquel miércoles. Arriba de ellos, cientos de carros pasaban por Av. Ferrocarriles Nacionales. Pero ninguno de los de ese vagón estaban seguros. Quizá el señor del vagón vecino con la Jornada entre su brazo izquierdo y la costilla, sabía.

Esos doce parados, y los 30 sentados por los seis, ¿siete? vagones de aquel metro de la línea 7... en fin, como 300 personas atoradas desde hace ya casi una hora. Desesperadas, confundidas...

Todos aquellos que corrieron de Tacuba azul a Tacuba naranja y sí alcanzaron a entrar al dichoso vagón (aunque uno de sus brazos haya sido aplastado o el suéter atorado) se lamentan a cántaros. Abundan ganas inmensas de golpear al chavo feliz del anuncio entre la calcomanía de las estaciones y la palanca de urgencia. Ya más de uno pensó en jalarla, pero el recuerdo de sus respectivos amigos: "No we, si la jalas sin motivo, ¡tambo!", se los ha impedido. Sin reflexionar que lo que hace la palanca es, precisamente, detener el metro.

Aquel que ansiaba con todas sus fuerzas ya llegar a Rosario y poder hacer pipí, ya no se movía. Su vejiga tan inflada, se lo impedía. Pero no podría culpar la situación: el baño del metro Rosario está sin servicio. Sin embargo, rezaba en su mente. Rezaba un Padre nuestro siendo mormón. Quietecito, quietecito...

La señora del suéter fusa le contaba a su comadre cómo le festejaron a su esposo el domingo, la comadre de la bolsa del mandado verde en la mano derecha. Sí, la necia que no la soltaba así la agarradera le estuviera cortando la circulación desde hace unos 15 minutos. Esa mera estaba destinada a escuchar los detalles de la fiesta justo hasta metro Rosario, donde ahí, a ella le tocaría contarle sobre el problema de su horno. Pero aquella situación entre la estación Tacuba y Refinería que impedía al tren avanzar, manteniendo el vagón con un cierto silencio, le había permitido enterarle no sólo a la comadre, sino a la joven de alado y al niñito de enfrente que ya se había despertado.

Un cierto silencio interrumpido por estornudos, tosidos, aclaramientos de garganta, murmullos entre los afortunados con compañía o ciertos ruiditos originados de los audífonos del empleado de Marinela (al menos así dice su playera) que por fin pudo escuchar a Depeche Mode sin combinarlo con las salsas de la señora de la bocina-mochila. Al menos, pudo vender dos discos en ese vagón. El vagón de la duda homónima: ¿Por qué no avanza después de 1 hora y media?

La pareja de punketos trata de comunicarse con el vagón vecino para, con señas, pedirle de favor que pregunte a su vagón vecino qué está sucediendo y así sucesivamente, hasta llegar a la cabina y enterarse. Pero tal parece que el receptor con bigote no entiende...

-¡Un suicidio!, ¿qué más? Por fin exclama el señor de la gorra de los Vaqueros de Dallas.
-Es lo más probable. Le contesta la de la botella de agua ya vacía. Pero ya se demoraron más de lo acostumbrado...
-O el conductor se desmayó... Comenta alguien con mucha seriedad.
-No lo creo amigo. Dice un joven con playera de la Selección, sin voltearlo a ver. Yo pienso que cualquier conductor del metro hacia Barranca del metro se hubiera percatado...
-Estoy de acuerdo con él. Dice la señora de la blusa fusa, quien ya terminó de recomendarle a su comadre un técnico para su horno. Aquí hay algo más grueso... y lo lamento por los que llevaban prisa porque va para largo.

El de las necesidades fisiológicas no deja de mirar la botella vacía de la chica.
Esa parte del túnel en que el tren se encuentra estacionado desde hace 1:45min, jamás había sido observado por tantos ojos, por tantos dueños de aquellos reflejos en las ventanas, con tanto detalle y minusiosidad. ¿Qué queda? La etapa de la desesperación y hastiedad ya pasó.
El niñito que se despertó pide a su mamá su juguete de la Cajita feliz. Uno sin aburrimiento menos. De esos 300 encerrados, sólo 50 leen algo. 150 tienen hambre, sed, o necesidad de un baño ¡a la de ya!

¿Y el conductor? ¿Y los trenes de atrás que venían de San Joaquín, de Polanco? No importa, el metro comienza a avanzar. Llegando a Refinería, la estación está... ¿es necesario decir a reventar con letras mayúsculas? Pero la mayoría podrá entrar: de los pasajeros que llegan de Tacuba, el 88% se baja incluso corriendo.

-¿El cadáver de un reno? Pregunta totalmente sorprendido uno de los de la masa de Refinería.
-Sí, we... es lo que acabo de escuchar del cao ese del chaleco amarillo chíngame la pupila.

DULCE OLVERA

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