Las puntas de los dos zapatos
estaban húmedas.
Mis brazos temblaban de frío
y mis piernas de ansiedad.
Gota tras gota
una más a las seis que a las cinco
escurría desde mi cabello hasta el suéter.
El trueno marcó las seis y cuarto...
el paraguas se burló de mí.
Me alejé de ahí
antes de que los zapatos terminaran
de secarse.
DULCE OLVERA
"Esta tarde vi llover y no estabas tú..."
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