Ahí estaba el par de sordomudos,
escúchenme muy bien.
Los rayos solares aún no despertaban, pero
ellos ya necesitaban recordarse
palabras que a veces desearía pudieran sentirse
más que transmitirse oralmente.
La obscuridad,
aparentemente, no los dejaba
comunicarse:
el lenguaje sordomudo contra
las negras sombras de la madrugada.
/ Las caricias pudieron contra ello y más.
Ahí estaba el par de sordomudos,
acurrucados, sin frío,
sin sueño, con sueños,
tomando las manos de su aquel y aquella
mutuamente:
él tomaba las de ella
y
/ con las de ella,
le señalaba el te amo de la mañana.
ella tomaba las manos de él
y
/ con las de él,
le señalaba el yo también de mañana, tarde y noche.
La obscuridad siguió ahí
tapando a ese par de enamorados
cuyas palabras jamás fueron escuchadas,
pero sí sentidas.
DULCE OLVERA
"Acaricia mi ensueño, el suave mormullo de tu suspirar:
ella aquieta mi herida, todo se olvida".
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