
Las palabras deforman el sentimiento,
y quien las escucha jamás
sabrá lo que en verdad susurramos:
hemos de confiar en la interpretación ajena.
Y peor aún,
hemos de confiar en nuestra capacidad
para expresar lo que llevamos dentro
(también ajeno).
El lenguaje del dolor
no son las lágrimas,
el lenguaje del alma
no es la risa,
el lenguaje de la añoranza
no es el suspiro,
el lenguaje del enojo
no es el grito.
El lenguaje del amor
es el otro.
Tu otro.
Sólo tu aquella tiene la diligencia
para comprender lo que sentiste
y traducírtelo cuidadosamente
mientras guarda tu mano entre las suyas.
Vanos son los intentos
por comprender nuestras propias emociones.
Inútiles son los esfuerzos
por sentarnos a escribir lo que en verdad
gira dentro.
Sentir no es describir.
Amar es confiar...
Sólo tu aquella tiene la paciencia,
la aceptación
y la tolerancia que necesitas.
Tú sólo debes amarla.
DULCE OLVERA
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