miércoles, 28 de julio de 2010

Baño lleno de sueños rotos.


Quisiera que cada gota de la regadera me borrara. Y de paso borrara mi rastro en cada persona. De preferencia, las que no conocí. Las que no me conocieron. Pero sabían de mi existencia. En pocas palabras, que él me olvide. Siempre es bueno hablar en plural para no darle tanta importancia, aunque la tenga. Toda. Y demás.

Si él me olvida, qué me quedará hacer. Olvidarlo. Y de paso me olvido a mí. O me olvido de dormir. Eso. Precisamente eso. No dormir. No soñar. No volver a soñarlo después de un año y medio de no verlo. De 3 meses sin prestar atención a su respiración a 689km de la mía. O 5m. Una nunca se entera si su amor pasado está a la vuelta de la esquina comprando una tarjeta para recargar su celular o está cruzando la Av. Tlalpan en su moto mientras una compra flores amarillas. Amor pasado. Qué necesidad de nombrarlo ex. Ex qué. Novio. Esa palabra no significa nada después de 6 años de saber de nuestras existencias, pero no conocernos en realidad.

Total. No duermas, Jimena. Que la ojera de cada ojo que crezca conforme pasen los días te recuerde que así como no necesitas dormir, no necesitas verlo. No necesitas charlar con él en una banca de cualquier lugar que tenga bancas. Una para 4 personas, pero que sólo quepan dos. Él y yo, de preferencia. No necesitas palabras. Miradas. Uno que otro sorbo de malteada de chocolate con fresa. Nada de eso.

No duermas, Jimena. Qué necesidad hay de acercarse a la señora del vestido rosa que pudo haber sido rojo si su brazo se hubiese estirado más esa mañana en su clóset. Aproximarse a ella como la extraña que eres para ella y ella para ti y preguntarle si es un sueño. O si es verdad que él y tú están a menos de 689km y lo sabes. A menos de 5m y lo sabes. Y lo sabe. A menos de 2 metros y lo saben. La señora te dice que es cierto. Nada de sueños. Tú ríes como niña. Te sientes con esa jodida panza sumergida hacia el technicolor mundo del sueño cumplido realidad.

Pero de qué sirve que lo sueñes. Que se cumpla. Que la señora del vestido rosa asienta. Si al moverte un poco, la almohada te restriega a las 2 de la mañana que jamás volverás a verlo.


DULCE OLVERA

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