
INFIERNO
TERCER CÌRCULO
Dante mexicano recobra el sentido, sòlo dentro de su sueño. La compasiòn y tristeza seguirà sintièndolas: se encuentra ahora en el tercer cìrculo. No es necesario que su guìa Pedro le explique la condena para estos desdichados. El cuerpo de Dante mexicano se encuentra totalmente mojado. Las almas de este cìrculo se enfrentan ante una tormenta inmensa con granizo. Una lluvia maldita, frìa y densa que cae igualmente copiosa y con la misma fuerza. Esto provoca un fango muy profundo.
-¿Quiènes son ellos que a tan triste lugar han sido conducidos y condenados a un suplicio, que si hay otro mayor, no serà por cierto tan desagradable? Preguntò Dante mexicano con un volumen necesario para ser escuchado enmedio de aquel contexto.
-Veràs... todos los "aquì presentes" sufren esta lluvia -contestaba Pedro frunsiendo el ceño por su mojada cara- por el pecado de la gula.
-Entiendo querido guìa...
De pronto, ambos observaron cómo una misteriosa alma salìa del fango, dejando un buen espacio que espera la llegada del alma de Agustín Carstens.1
-Yo soy el primer Gansito que existiò allà, donde presumes regresar. Pero no creo ya ser recordado. Decìa mientras cojeaba de una pata.
Cuando una enorme cara feliz escuchò aquella iniciada conversaciòn, se acercò.
Sin duda, querìa decir algo.
-Debido a las personas que no pudieron comer sòlo una, me encuentro aquì pagando sus culpas. Asegurò con aquella peculiar sonrisa, mas todos dudaban de la veracidad de dicha felicidad que parecìa mostrar.
En cuestiòn de segundos, Dante mexicano y Pedro se veìan rodeados de singulares personajes dispuestos a quejarse de su pena en cuanto lograran aproximarse a ellos. Unos cojeaban, otros simplemente lloraban. Pero sus làgrimas se confundìan con la lluvia.
Desde el punto de perspectiva de Dante mexicano, se veìa un tigre con paleacate azul, quizà fuese el felino Antonio, pero ¿dònde había quedado su energía para ganar con aquel escuàlido cuerpecito? Tambièn se notaban algunos puntos de colores allà a lo lejos. Cuando Dante mexicano los vio màs de cerca, no pudo evitar reconocerlas: en su pecho mantenìan las dos clàsicas M. Sin embargo, qué importaba que no se derritieran en la mano o incluso entre el fango. Por su aspecto decolorado y ruin, ni siquiera Dios las hubiese amado tanto para comerlas.
Por el punto de pespectiva de Pedro, se observaba un ejército de mujeres. Por un lado, varias mujeres de cabello corto gritaban: "No lo cambian por nada, ¡pero a nosotras sí!" y despuès volvìan a gritar de dolor por los latigazos recibidos, ya sea, por un niñito de gorra hacia atrás o por un dinosaurio verde. A su extremo se veía una mujer de color muy simpàtica sonriendo hacia todos lados. Sus manos morenas se mezclaban con su contraste, ya que se encontraban llenas de masa. La masa que ella inventó para que miles de personas pequen de gula al comer miles de hot cakes... Lamentablemente, la sonrisa de la tía Jemima se debía a la locura que la invadía.
Muy cerca, se encontraba una ancianita. Moviendo sus manos una y otra vez dentro de una cacerola llena de chocolate. Tal parece que sería perdonada hasta que ese chocolatito calientito supiera al auténtico sabor de cada hogar de México. Y la cereza del pastel era que la lluvia arruinaba cada cacerola una y otra vez. Sin embargo, la mirada perdida de la ancianita buscaba ese sabor entre lo más profundo de su ser.
-Pobre Sarita García. Susurró el guía.
-Pedro, ¡se aproximan! Dijo Dante mientras se hacía para atrás muy aterrado.
Tal parece que su temor fue escuchado. Un perro enorme de tres cabezas, sin una playera de Slim fast o alguna otra pastilla para adelgazar, simplemente con pelos negros y cerdosos, brincó hacia ellos desde su lugar misterioso. Y con sus gigantes uñas, clavaba a los espíritus, les desgarraba su piel y los descuartizaba. Antes de que entre ellos lo hicieran por la envidia, soberbia y avaricia que sus respectivas marcas los llenaban. Ya se había dado un enfrentamiento, por ejemplo, entre el payaso Ronald y el pollo fortachón. Terminando Ronald, con sus medias de rayitas rojas y blancas totalmente llenas de fango.
Dante mexicano y Pedro se alejaron enseguida, caminando por la vía alrededor del círculo, charlando de otras cosas que no refiero hasta llegar al sitio donde se desciende: allí encontraron a Pluto, el gran enemigo, dios de las riquezas.
DULCE OLVERA
1 Secretario de Hacienda (México)
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