martes, 6 de julio de 2010

Un pelón representando


Había una vez un pelón que, por ahí del mes de Octubre del año pasado, en una noche oscura, oscura, oscura, mientras todos veían un partido de fucho de la Selección Nacional dentro de sus casitas, llegó clandestinamente con sus perros gigantes de tres cabezas que se la matan a Cerbero y, de la noche a la mañana, les quitó el trabajo a miles de personas. ¿Fin?

No. Todos los cuentos que papá me contaba por las noches solían comenzar alegremente y, en el desarrollo, aparecían los pelones, los monstruos mezquinos, las brujas, etc. Pero en este cuento ficticio, las cosas se pusieron muy mal desde el principio.

Estas miles de personas no son ni enanitos mineros ni viven en el bosque ni al final se van a encontrar a su príncipa azul. Lamentablemente, en este cuento las cosas salieron al revés: ellos vivían muy felices con su familia, hasta que les quitaron su empleo por tener compañeros tacaños, corruptos y que les olían las patas. Como dicen, por unos, ¡pagan todos!

El pelón es el héroe en esta historia. Gracias pelón, gracias por haber considerado que hacer eso, era lo mejor para la economía del país. No me creas mucho, pero creo que esas miles de personas también son parte de este país.

Y lo sean o no, desde octubre hasta hoy (5 de julio del 2010) ¡Nueve meses! ¡Todo un pinche embarazo! Han estado, y cómo putas no, protestando, pidiendo amparo, abogando por sus familias, por toda la antigÜedad que llevaban ahí trabajando, etc, etc. Esas miles de personas, menos las que se rajaron y pidieron su liquidación por la mugrosa desesperación provocada por el hambre, precisamente, hicieron huelga de hambre. ¿Y? Nadie les prestó atención. Ya no son tiempos de Ghandi.

Para no hacerla larga, resulta que hoy por la mañana, los ministros se levantaron de su camita de seda. Se quitaron sus gorritos de dormir. Se bañaron con aguita calientita. Desayunaron lo que sus mayordomos les prepararon con amor. Y cuando se pusieron sus trajecitos negros, uno de ellos dijo:
-Ah, ¡chinga! Sí cierto, que tengo trabajo...

Otro de ellos, mientras se peinaba su sedoso cabello y se le apagó la plancha, gritó:

-¡Mierda! Pinche luz pendeja... Ah, no ma, de veras, ¿cómo estarán esos pobres cabrones? Le voy a comentar al jefe...

Y dicho y hecho, al llegar a la SCJN (estas siglas de ninguna manera significan Suprema Corte de Justicia de la Nación porque le recuerdo, estimado lector, que este es un simple cuento producto de mi imaginación) le comentó, a lo que su jefe sólo se limitó a decir:

-Ah que la chingada, ya se me habían olvidado esos putos. Si no son los pinches niños incendiados, son estos cabrones desempleados, no nos dejan en paz, carajo. Pues... ñaa, ¡diles que no!, we. Y que se vayan al a verga. ¿Todos de acuerdo? (grillitos) Así se habla...
-¿Que no qué?
-Pues que NO a su amparo ese que nos pidieron, creo que desde Octubre...
-¿Apoco nos pidieron uno?
-Sí, pendejo. Le contesta su jefe.

Mientras va llegando una jueza y, pintándose las uñas les dice:

-Hay que decir que el artículo 5, ese del dizque derecho al trabajo, no aplica en esto por... mmm...- Se sopla el barniz- ¡por órdenes del presidente! y ya estufas. Así se callan. Y que le sigan con sus huelguchas, a ver quién los pela jaja.
-¡Me late cacahuate! Ya estuvo. Golpea su martillito de juez. ¿Los que estén encontra?
(silencio)
-Oigan, ¿dónde está Olga? Se vuelve a soplar el barniz negro como su alma.
-No va a venir. Mejor jefe, así somos 10, número par, y no tenemos que desempatar... qué puta hueva.
-A huevo, así me gusta, les digo. ¡Siguiente!

Y "corolín coronado", este cuento se ha acabado. Sí, después de que esas miles de personas lucharon a diario por justicia, por una razón coherente de quitarles su trabajo, etc, etc... pues, digamos que sólo consigieron bílis, llagas en la espalda, hambre, daños en la garganta y ser la sensación hoy en los periódicos. FIN.

DULCE OLVERA
Y lo mismo va a pasarles a los inmigrantes con la ley de Arizona
y "nadie hace nada".

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