
¿Alguna vez han visto esas pequeñas calaveritas que las personas colocan dentro de las peceras como adorno? Existen aquellas que manejan el timón de un barco inexistente. O se sientan en el baúl de un tesoro que presume guardar oro. Yo llegué a conocer de vista -pero un poco más de oído- a una como esta última. Con un gran tesoro.
Pero en especial, recuerdo aquella noche que le platicó al pez dorado, habitante oficial de la pecera (osea yo), una anécdota que me dejó muy marcada. Ahí estaba, doña Calavera sentada con la mirada fija en el amo que, a través del vidrio, se veía roncar. Una vez más, mi ama lo había mandado al sillón. El ruido del filtro ya no le molestaba en lo absoluto.
Noté muy nostálgica la voz de Calavera. "Hoy no he dejado de pensar en aquella época. Cuando me caí, pero logré levantarme. Tardé y perdí mucho... pero finalmente me levanté". De verdad se sentía su nudo en la garganta (hueso del esófago, pues) Desvió su mirada hacia las piedritas, tomó una y continuó. "¿Sabes? Recuerdo un suceso de niña. Claro, cuando era ser humano. Y ahora que lo pienso, ejemplifica perfectamente esa crisis".
"Sucedió cuando entré a la primaria. En mi primer día de clases. Justo cuando mi nueva maestra nos llevaba en fila rumbo al salón. Yo era una de las primeras debido a mi peculiar estatura. Recuerdo claramente que llevaba una lapicera morada -aclaró con una piedrita entre las manos para darle más vida al relato y enfatizar el color- Dentro llevaba lápices, colores, sacapuntas, goma, lápiz adhesivo... todo perfecto y ordenado como estaba malacostumbrada.
"Sin embargo, tropecé con uno de los escalones a unos segundos de llegar al primer piso. Mi destino. Me caí y la lapicera fue a dar muy lejos. Todo se descontroló. Aún así, tuve fuerzas para medio incorporarme y recoger mis cosas. No veía más que al piso. Sólo buscaba. Varias manos ofrecieron ayuda, pero las ignoré. Seguía buscando. Creí poder sola. Recuperé la mayoría del contenido, pero perdí ciertos colores. Incluso mi favorito.
"Cuando volví a ver hacia adelante, me metí sin pensar al primer salón que vi absolutamente atareada. '¡Mi lapicera! ¡Mis nuevas cosas! No puede ser, yo iba subiendo bien' Y demás estupideces pensaba. Hasta que me percaté que ninguna de las caras se me hacía familiar. ¡Me había equivocado de grupo! No estuve dentro ni un minuto. Salí asustada aún con la lapicera medio abierta. Y para rematarla, los cuadernos me impedían caminar bien.
"Para esto, la fila de mi salón ya había llegado a la cola: las niñas altas. Una de ellas me vio en tal situación y no dudó en ayudarme a cargar mis cuadernos mientras yo aclaraba mi mente y la mentada lapicera". Dijo Calavera, riendo nerviosamente.
"Finalmente, llegamos al salón correcto. Con mis compañeros y maestra que me correspondían. Desde luego, tuve que sentarme hasta atrás. Un lugar totalmente desconocido para mí. Creo que tenía ganas de llorar: no estaba hasta adelante. Donde pensaba, era donde debía. Tenía miedo..." ¿Pero sabes pez? Comentó con una gran sonrisa y una gran satisfacción acuática. Ahora sé que todo pasa por algo. Y que si no me hubiera caído, me hubiera sentado en una banca de hasta el frente. No me hubiera equivocado de salón y entonces, no hubiera aprendido a fijarme bien antes de dar un paso. Que si no me hubiera tropezado, no hubiera perdido la goma. Ausencia que me hizo pedir prestada una a quien, tiempo después, se convirtió en mi mejor amigo. En pocas palabras, si no me hubiera caído, me hubiera sentado en un lugar que no me pertenecía. Aunque yo creía tercamente que sí.
"Pasó tiempo para que lograra aceptarlo, ¿tú crees?" Concluyó Calavera. Pero el pez dorado, al poseer una memoria de tres segundos -razón por la que nunca se aburre vivir en mí- sólo recordó el ¿Tú crees? Y deben saber que yo, como pecera, creo que Calavera cayó, pero se levantó. Tardó, perdió muchoy cometió cientos de errores, pero finalmente... se levantó.
DULCE OLVERA
me metí mucho en lo personal y esto salió a la una de la madrugada :) Una metáfora dulciana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario