miércoles, 1 de junio de 2011

Evitar un suicidio, ¿salvar más que una vida?

“…en efecto, cada segundo, un ser humano trata de suicidarse en alguna parte del mundo y cada 40, alguien cumple su objetivo”, escuché atrás de mi asiento del autobús. Agotada física y mentalmente, preferí aumentar el volumen de la música y huir de aquella conversación, sin embargo, al escuchar “…every step that you take could be your biggest mistake, it could blend or it could break, that’s the risk that you take”[1], apagué con desprecio mi iPod y, mirando hacia la ventana, no pude evitar cuestionarme qué tan válido es intervenir en una decisión como esa, la de renunciar a la vida.

Ya en casa, no pude evitar “googlear” acerca del tema y sorpresivamente, encontré cientos de páginas y foros; el titulado “Tú decides el día de tu muerte” llamó mi atención. A los quince minutos de haber leído algunos comentarios, ya no tenía duda, de verdad existen personas que desean morir y peor aún, hay quienes les sugieren cómo hacerlo “sin dolor”. Y es que, independientemente de que suicidarse sea la salida más fácil, la mayoría busca la forma más cómoda de hacerlo: ingerir pastillas, pues al entrar en estado de coma, se muere tranquilamente.

La curiosidad continuaba y seguí investigando. Esta vez encontré en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que el suicidio es la segunda causa de muerte en adolescentes mexicanos: en el Distrito Federal, se registraron 371 en el año 2009. Según las cifras con mayor porcentaje, son los hombres entre 15 y 24 años, quienes más lo llevan a cabo por medio del ahorcamiento o estrangulamiento dentro de sus casas[2].


Ante ello, resolví dos hechos, el primero es que si bien las mujeres son quienes más intentan quitarse la vida, “el sexo fuerte” es quien verdaderamente consuma el acto. Y segundo, el método empleado depende de la disponibilidad, cultura y hábitos diarios, a pesar de que según la compañía farmacéutica Merck Sharp y Docke, la sobredosis es el recurso más utilizado a nivel mundial[3]. “…le pago a quien me consiga las pastillas adecuadas”, encuentro en el foro además de una lamentación peculiar de una adolescente de 15 años: “Por desgracia, no lo logré. Debí haberlas combinado con alcohol e incluso también cortarme las venas”.

No puedo más y cierro la pantalla de la laptop. ¿Qué situación puede conducir a un joven a recurrir a esa opción? Tras reflexionar unos momentos, imagino que los problemas familiares, económicos, amorosos, presiones sociales o escolares e incluso experiencias humillantes recientes podrían ser las posibles razones. Cifras obtenidas en Suicidios y suicidas en la sociedad mexicana me confirman: “los factores físicos como enfermedades graves o trastornos mentales como la esquizofrenia son argumentos únicamente de mayores de 60 años”[4].

Ante ello, recordando palabras del sociólogo Émile Durkheim, las cuales aseguraban que “de todos los fenómenos, las voliciones humanas (poder de elección) son los más complejos”[5], concluyo que sin duda, suicidarse a temprana edad es una decisión precipitada al tomarla en el peor momento, es decir, en una situación de desesperación, frustración, angustia, estrés o desilusión.

Dicho esto, dado que más de la mitad de las personas que intentan o consuman el suicidio se encuentran deprimidas –y en ese estado la ausencia de serotonina en su cuerpo les impide razonar y tomar decisiones adecuadamente--, intervenir en esta determinación no sólo es válido, sino también necesario, aunque parezca una violación al derecho de libertad individual como refutaría Thomas Szasz.[6]

Decidir es un proceso mental que demanda capacidades inexistentes en el adolescente desesperanzado: al parecer, se encierra en su situación y en lo único en que piensa es en cómo eliminar ese dolor o preocupación; por desgracia, opta por la forma más rápida. Ignora que “el suicidio es una solución permanente para un problema temporal”[7], frase del psiquiatra Mark Gold.

En efecto, toda decisión trae consigo beneficios o costos tanto para el individuo como para los demás. Sin embargo, no cualquiera tiene el derecho a intervenir ya que si bien evitar un suicidio es salvar más que una vida, sólo los posibles afectados deben hacerlo, es decir, los familiares, amigos o compañeros. Esto porque son los únicos que aprecian al afectado y conocen (poco o detalladamente) su situación; el resto emite simples juicios basados en fundamentalismos típicos de una sociedad católica tales como asegurar que suicidarse es pecado y que sólo Dios tiene derecho a quitar la vida.

Esto debido a que lamentablemente en México, el fenómeno del suicidio es estudiado de forma aislada solamente por psiquiatras y psicólogos. “Sé el daño que causo a mi familia, pero también sufren al verme en este estado… no sé qué hacer”, reafirmo al leer eso en el foro; el joven mexicano está desorientado e ignora cómo actuar en situaciones de sufrimiento.

¿La existencia del Día Mundial para la Prevención del Suicidio (10 de septiembre) es suficiente? Obviamente no, sin embargo, si la televisión tiene la última palabra en el país, tanto el gobierno como los dueños tienen la obligación de emitir programas que informen sobre los riesgos además de promover actitudes adecuadas contra éste, en vez de mostrar únicamente quién y cómo se suicidó. Los medios deben ser conscientes de que fuera de ser un tabú, el suicidio en jóvenes se ha convertido en un grave problema de salud pública que puede y debe evitarse. Ya que, por ejemplo, tanto en Austria como en Suecia, “las tasas de suicidio disminuyeron un 20%”[8] cuatro años después de aplicar dichas medidas.

Sin duda, aunque la mayoría de los intentos suicidas resultan sorpresivos para las personas cercanas, generalmente existen signos premonitorios pues, la planeación de quitarse voluntariamente la vida lleva consigo un proceso. Primero, sólo se piensa o desea, luego, se planea y hasta el último, es cuando se ejecuta. Es en la segunda fase en la cual el adolescente debe recibir ayuda psicológica, tratamientos psiquiátricos o apoyo familiar. ¿Cómo percibirlo? Generalmente, el joven presenta cambios de actitud, se aparta de las personas, deja de comer, habla sobre la muerte e incluso manifiesta comportamientos autodestructivos tales como beber alcohol, consumir drogas o golpearse. Asimismo, dado que el intento de suicidio suele repetirse en una o más ocasiones, los padres y amigos jamás deben dejar de prestarle atención, mostrarle cariño ni mucho menos, dejarlo solo.

De hecho, en el fondo, lo que más necesitan es atención. Podría asegurarse incluso que el hecho de que “las adolescentes mexicanas intenten suicidarse de forma indirecta (uso de fármacos, cortarse las venas o lanzarse de un precipicio o auto)”[9], indica que inconscientemente, no tienen un verdadero deseo de llevarlo a cabo pues estos métodos son menos efectivos comparados con el uso de armas de fuego o estrangulamiento; sólo piden ayuda a gritos. Por otro lado, el psicoterapeuta Alejandro Águila, asegura que muchos otros jóvenes consideran que si su propósito se lograra, no pasaría “nada”[10]…



"Nada es nada. En realidad es incomprensible porque supone tener certidumbres y
eso está reñido con nuestra naturaleza: la de que alguien no va a venir más, ni
a decir más, ni a dar un paso ya nunca —para acercarse ni para apartarse—, ni a
mirarnos, ni a desviar la vista. No sé cómo lo resistimos, ni cómo nos
recuperamos."[11]


Es decir, quien intenta un suicidio puede estar ligeramente consciente del posible efecto en los demás –tal vez por eso muchos dejan cartas o notas--, pero no profundiza en el sentimiento de culpa, dolor e incertidumbre que verdaderamente sufrirían si llegase a convertirse en uno de esos individuos que cada cuarenta segundos, logran suicidarse en el mundo. Esto es, averiguar algo de lo que no serán conscientes: qué hay después de la muerte… pues si bien ésta afecta al vivo, el muerto no la vive; ya ni sufrir puede.


[1] “…cada paso que das podría ser tu error más grande, te puede doblar o romper, es el riesgo que tomas”. Martin, Chris. “What if” en X&Y. EMI Music. Inglaterra, 2005.

[2] Dirección General de Estadísticas Sociodemográficas. Estadísticas de suicidios de los Estados Unidos Mexicanos 2009. Consultado en http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/continuas/sociales/suicidio/2009/suicidios_2009.pdf el 01 de junio del 2011.

[3] S.A “Comportamiento suicida” en Trastornos mentales. Consultado en http://www.msd.es/publicaciones/mmerck_hogar/seccion_07/seccion_07_085.html el 01 de junio del 2011

[4] RODRÍGUEZ-SALA, Ma. Luisa. Suicidios y suicidas en la sociedad mexicana. Pág: 76

[5] DURKHEIM, Émile. El suicidio. Pág: 235

[6] "El suicidio es un derecho humano fundamental (…) La sociedad no debe intervenir por la fuerza en la decisión de una persona al cometer ese acto." SZASZ, Thomas. La lengua indomable. Pág: 250

[7] LAWRENCE, Stevens. El suicidio, un derecho civil. Consultado en http://www.antipsychiatry.org/sp-suici.htm 01 de junio del 2011.

[8] HERNÁNDEZ, Quetzalcóatl. Suicidio Adolescente en México. 2010. Consultado en http://vivepsicologia.org/prevencion.html 01 de junio del 2011

[9] RODRÍGUEZ-SALA, Ma. Luisa. Suicidios y suicidas en la sociedad mexicana. Pág: 86

[10]ÁGUILA, Alejandro. “Suicidio, la muerte no esperada” en Suicidología. Consultado en http://www.suicidologia.com.mx/imagenes/suicidio%20la%20muerte%20no%20esperada.pdf 01 junio 2011

[11] MARÍAS, José. Los enamoramientos. Alfaguara. Madrid, 2011. Pág: 12




DULCE OLVERA

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