miércoles, 17 de agosto de 2011

El cuerpo


Se asomó por el orificio. Llevaba aproximadamente dos horas caminando a tientas y ver aquel leve rayo de luz le hizo emitir un suspiro profundo de tranquilidad. Quizás encontraría una salida, una persona... la verdad es que el simple hecho de haber visto algo diferente a la oscuridad era lo que lo reconfortaba: había perdido toda esperanza de sobrevivir y volver a la superficie --si es que se encontraba en el subterráneo--. A decir verdad, no recordaba cómo había llegado ahí. Clásico en un sueño, pero eso no era sueño, pesadilla ni recuerdo; era un terrible e inexplicable presente.

Colocó las palmas de las manos alrededor del hoyo en la pared y aproximó su ojo izquierdo lo más que pudo, enfocó su mirada. Aparentemente, no había nada al otro lado, veía un fondo blanco. Sin embargo, tras parpadear, el fondo se había vuelto café, luego verde, blanco, azul, verde, rojo. El temor le hizo apartar su mirada de ahí. Trató de imaginarse qué o quién podría ser. Se tocó la nariz, labios y barbilla con intriga. Volvió a asomarse y la luz que permitía ver dichos colores se había apagado; todo era negro. Eso o el orificio había desaparecido misteriosamente. La incertidumbre lo fue conduciendo a un ataque inmenso de ansiedad y miedo. Comenzó a sudar de nuevo, su respiración se agitó y si hubiera perdido el control de sí por completo, hubiese gritado como un loco enclaustrado. Quizá no tardaría en convertirse en eso.

***

Cuando despertó la obscuridad seguía ahí, pero esta vez un ruido agudo lo acompañaba. Su única compañía en días. Y quizá el causante de ese sonido ensordecedor sería el segundo; formarían un trío de perdidos dentro de un desconocido y frío lugar (sí, hacía un frío impresionante al cual Rinok no estaba acostumbrado).

--Hey --comenzó a articular--. Hubiera gritado, pero sus cuerdas vocales se habían desacostumbrado a hablar y le resultó complicado.

Lo repitió muchas veces y cada vez más fuerte, pero no obtuvo alguna respuesta que él pudiera entender como tal. El ruido continuaba con el mismo tono, la obscuridad no le ayudaba en su búsqueda y temía seguir caminando: algo le hacía pensar que había un abismo a unos cuantos pasos. Seguramente aquel sonido persistente y continuo le había alterado los nervios. Seguramente sí había un abismo. Seguramente en unos segundos estaría muerto.

***

Rinok no podía creerlo: veía individuos desnudos caminar como si nada. El ruido seguía. ¿Estaba alucinando? Las personas existían, el ruido no o tal vez viceversa. O Rinok era el resultado de la imaginación de alguien más. Se frotó la cara dos veces seguidas y los desnudos continuaban ahí; eran reales. Seguía sin saber dónde estaba, pero ya no estaba solo. Nunca lo había estado, pero él no lo sabía. Ignoraba quiénes eran, si hablaban su idioma, si hablaban con alguien más. Extrañamente, no parecían de este planeta aunque tuvieran absolutamente las mismas partes del cuerpo que cualquier ser humano. Su tono de piel era entre amarillo y moreno. Todos tenían el cabello corto y los senos y pene eran lo que le permitían a Rinok identificar entre hombres y mujeres. Las edades eran difíciles de determinar. Además, él se encontraba relativamente lejos.

Decidió acercarse lentamente, ir bajando aquella rampa de piedras, hierbas y arbustos que de pronto apareció en su camino. Los individuos seguían caminando sin rumbo fijo, con la mirada perdida, sin interactuar entre ellos, sin hablar. Aquel lugar era fuera de lo común: no era una ciudad ni campo ni pueblo ni aldea ni ecosistema. Era vil... algo. Una vez abajo, sintió dificultad al respirar, pero también ligereza al moverse. Sus ojos comenzaron a arderle y un mareo repentino lo obligó a sentarse mientras sentía el rugoso y caliente piso con las palmas de sus manos.

A gatas, fue acercándose cada vez más a los individuos desnudos. Una mujer se percató de su presencia y comenzó a verlo como un sujeto completamente raro y ajeno a su experiencia. No parecía asustada, sólo sorprendida y curiosa. Al intercambiar miradas y mantenerlas fijas, Rinok tuvo la confianza de aproximarse a ella y tratar de cuestionarle dónde estaba, quién era ella y si podía ayudarlo. No obstante, la mujer se apartó vertiginosamente al percatarse de sus intenciones. Rinok se incorporó, sacudió sus manos en sus pantalones y al levantar la vista, notó que era observado por más de cuatro sujetos. Tres hombres y una mujer. El más alto era anciano y la mujer tenía los ojos miel.

Ver a cuatro personas desconocidas desnudas lo impactó bastante. Los miró fijamente a cada uno para tratar de entablar alguna relación, pero ellos parecían ignorar eso. Por instinto jaló su cabello y ese movimiento alteró a los individuos. Pusieron pose de ataque y Rinok no dudó en alzar las manos y explicar que no les haría daño, que estaba perdido, confundido y atareado. Sin embargo, aquella señal con las manos pareció ser malinterpretada y los cuatro se le lanzaron al mismo tiempo. Lo tumbaron, le taparon la boca, le sujetaron los brazos, las piernas y comenzaron a desplazarlo. Rinok se sintió más mareado, una ola de calor invadieron su cuerpo y no pudo evitar desmayarse.

***

Abrió los ojos y vio el cielo. Llevaba semanas sin verlo. Estaba nublado. Trató de incorporarse por instinto, pero los recuerdos fueron acomodándose poco a poco. Sus manos estaban atadas lateralmente a su pecho al igual que sus piernas. Se sintió Gulliver, pero la diferencia es que los individuos desnudos no eran más pequeños que él y aún no sabía qué le harían. No pudo evitar respirar con rapidez. Al tratar de safarse, un hombre se acercó. Era el anciano. Lo miró con repugnancia y Rinok se sintió intimidado.

--¿Quién eres? --Le cuestionó con su misma lengua, pero con un tono peculiar, rasposo, lento e incómodo de escuchar.
--Ahm... yo... me llamo Rinok y no sé cómo llegué aquí. Soy de Salaverry.
--¿Por qué no estás desnudo? ¿Qué tienes en tu cuerpo? ¿Por qué lo agredes de esa forma?
--Perdone, no entiendo...
--¿Todo el tiempo estás así?
--Yo... ¿se refiere a mi ropa?
--¿Así lo llamas?
--Pues sí. Yo la uso diario como todos...
--¿Como todos?, ¿quiénes todos? ¡No viene solo! --advirtió a los demás.
--Calma, vengo solo. Repito que no sé dónde estoy ni mucho menos cómo llegué hasta aquí. ¿Qué lugar es?
Dos hombres más se acercaron y comenzaron a jalarle su chamarra, pantalón y zapatos. Rinok se sintió ultrajado, pero no podía hablar. Cada que lo tocaban una inmensa energía calorífica lo invadía. Sentía su garganta cerrada y cerraba los ojos para aminorar el dolor. Seguía sintiendo los jaloneos y gritos. Tras unos minutos, su chamarra estaba rota y habían logrado quitarle un zapato.

Al tratar de ver adónde llevaban su calzado, se percató que cientos de personas desnudas veían la especie de ritual. Algunos sostenían una antorcha, pero el fuego era rojo. Algunos tenían el pene parado, otros no tenían vello púbico. Rinok volvió a ver al cielo y se preguntó mil veces dónde estaba. Suspiró y cerró los ojos. Minutos después, sintió cómo lo mojaban con un líquido pestilente. Antes de que pudiera reaccionar, las personas desnudas arrojaron sus antorchas hacia Rinok y comenzó a incendiarse. El dolor y ardor eran impresionantes, inhumanos, mortales.

--Ese sujeto no era humano. Esa "ropa" era un símbolo extrasaturniano --pensó la mujer de los ojos miel mientras lo veía arder.

DULCE OLVERA





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