Es normal que las audiencias mexicanas de medios convencionales como la televisión o la radio busquen nuevas alternativas ante la aparente baja calidad y poca veracidad del contenido de éstos. El receptor nunca ha sido pasivo y quizá ya se hartó de decodificar siempre lo mismo. Sin embargo, aproximadamento 80% del país sólo tiene dos caminos: apagar el medio o conformarse con la porquería; la mayoría opta por lo último.
El afortunado 20% restante --40 millones-- ha encontrado en el universo cibernético esa puerta hacia una posible nueva forma de adquirir información en el momento y lugar que él quiera o pueda. Asimismo, ante la serie de eventos que las redes sociales han permitido organizar con mayor facilidad como la primavera árabe, el 15M, Occupy NY o #YoSoy132, ha provocado que los usuarios le atribuyamos efectos más poderosos de los que realmente pueden llegar a tener.
Ante ello, las redes sociales como Facebook, Twitter, Youtube o Blogger han comenzado a representar una herramienta más allá del entretenimiento o interacción no física entre las personas. Es decir, para lo que en un principio fueron hechas. Algunos usuarios las han utilizado para difundir datos (imágenes, videos, declaraciones) que --dicen-- las empresas mediáticas "no quieren" que sepamos. Confían más en lo que ven en sus muros, TL o canales que lo que publican diarios profesionales en línea. La era de la información unida con la facilidad de publicar por parte del internet, ha reproducido miles de seudoperiodistas que inconscientemente quieren sustituir a los " medios vendidos".
En efecto, la gente --seguramente con buena intención-- sube o comparte información que, considera, sus "amigos" tienen que saber. Datos especialmente relacionados con el sistema político. Lamentablemente, este fenómeno de fluidez impresionante de información y el deseo por no quedarse con ella, provoca la publicación de lo que sea sin antes cumplir con la ética básica del periodista: verificar la veracidad del contenido.
Ejemplo de ello lamentablemente se dio durante los periodos de campaña para las elecciones del 1° de julio pasado: guerra sucia alimentada por fotos, gráficas y videos de dudosa procedencia que manchaban la reputación de varios candidatos no sólo a la jefatura del poder Ejecutivo. Se desató una penosa ola de intercambio de datos sin fuente que el futuro votante veía y no dudaba un segundo en compartir. Una cadena de información verdadera o falsa que en ocasiones era difícil comprobar.
Si se sigue con esa imprudencia de ver y automáticamente compartir, las redes sociales se convertirán en dispersoras masivas de información manipulada que los usuarios toman como única y verdadera sólo porque la subió alguien ajeno a las empresas mediáticas "malignas". La era de la información no sólo requiere decodificadores con sed de informarse, también se necesitan decodificadores reflexivos e imparciales. Que la pasión por un partido o candidato no nos gane.
VE+ REFLEXIONA+VERIFICA+COMPARTE
DULCE OLVERA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario