
Si aquella lámpara poseedora de ese foco tan potente que colgaba desde la azotea del edificio B pudiera hablar… Aunque, percibiéndolo bien, no le veo la necesidad de aquella habilidad. Total, cumplía con su función: alumbrar. Y no sólo el patio donde transitaban los alumnos corriendo hacia sus respectivos salones de clase o hacia el baño para satisfacer la necesidad matutina. También permitía observar las gotas caer de una hermosa llovizna de mitad de febrero desde un cierto punto de aquel lugar de esa escuela.
Quizá la lámpara no hable ni huela a jazmín, pero desde ahí, al igual que ellas, o al menos una de ellas, desde ese preciso “cierto punto”, podía observarlas allá, sentaditas en el suelo de un pasillo del edificio E vacío hasta el momento, pero que, en unos cuantos minutos, se vería lleno de zapatos o tenis mojados. Y ella, a través de ramas de un árbol con verdes partes de él restantes del Otoño, veía dichas H2O caer una tras otra rodeadas de más ache-dos-o cayendo una tras otra.
Naturalmente, una conversación hubiese comenzado desde que ella segunda llegó y se sentó junto a ella primera y, colocando su mochila cerca de un bote de basura naranja (sucia desde el tercer día en que era nueva) la saludó. Pero eso era en tiempos de la abuela de él tercero. En esta ocasión, en la época de la lámpara resplandeciente, ese <
-¿Crees que hoy tomen la foto?
-No creo. Contestó, mientras miraba la rama más larga de un árbol más que sostenía con vehemencia dos gotitas a punto de caer hacia el mundo mágico del cemento mojado. Mi mamá me dijo que no por cómo está el día... pero ojalá la tomen en otra ocasión, no quisiera quedarme sin una...
-Hey... Y entonces, sus manos siguieron el impulso de todo humano actual al sonido originalmente salido de un aparatito rectangular llamado teléfono celular: tomarlo, apretar un botoncito y comunicarse con una persona a varios kilómetros de tu cuerpo sostenido por 206 huesos. ¿Qué pasó? (...)
Por consecuencia, ella segunda tomó el audífono de la oreja derecha y se lo colocó en el lado correcto, complementando el sedativo sonido con el audífono de la izquierda y sintiendo una gran emoción con el clímax de una de sus canciones favoritas...
DULCE OLVERA
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