
Yo me llamo Gustavo Díaz. ¿Realmente le importa mi nombre? Creo que lo que debe saber es que no tengo nada que ver con política, ni si quiera me llama la atención, ¡es sucia! Por lo tanto, jamás he sido presidente. Soy un Gustavo Díaz ordinario y más guapo. Al menos eso dice mi esposa. Ay, mi Lupita.
Como ven, soy casado y con tres hijos. Tengo un buen empleo no tan rutinario en Bimbo y unos zapatos cafés desde hace cinco años, pero no son mis favoritos. Amo la basura. Eso, o tengo miedo de sentirme vacío sin aquel globo verde que nunca inflé y que, en este preciso momento, debe estar esperando mis pulmones en la esquina izquierda del primer cajón del buró derecho, es decir, el que está del lado donde yo duermo. Es que mi esposa es izquierdista por naturaleza, hasta es zurda.
Mas, repito, yo detesto la política y prefiero hablar con el suegro o el novio de mi hija sobre los anfibios. No de futbol. ¿Sabían que la plaga de ranas escrita en la Biblia pudo ser cierta? Claro, no como una acción divina, pero sí producto de un fenómeno natural. Me gusta el cuadro de Lycosthenes, ese de la lluvia de ranas. Y no me parecen los fanáticos religiosos; creo en Dios, pero hasta ahí. En fin, mi animal favorito es la zebra porque, aunque no lo parezca, ninguna tiene las mismas rayas.
Momento, esto no era el punto. ¡Ah, sí!, el mordizco a estos Negritos me recordó que yo debo hablarles sobre mi enfermo amor hacia la basura. Ja, sonó muy racista. Pura coincidencia.
No estoy seguro si soy el único con este serio trastorno, pero ayer en mi día libre que me quedé a hacer el quehacer, descubrí que Lupita tenía toda la razón. Por ejemplo, ¿qué tenía que haber la envoltura de unos audífonos al fondo de mi escritorio? Recuerdo que pensé, cuando los puse ahí: "por si fallan y debo irlos a reclamar". Total que los mentados audífonos ni sé para quién de los tres eran, de seguro para Carlitos, pero eso debió haber sido hace más de medio año y nunca volví a pensar en esa triste envoltura que, por fin, ya debe estarse reciclando. Otra, la cuna de Vicente sigue en el garage, ¡no creo que ya la necesite a sus 26 años! Seguramente, Lupita me debió haber dicho más de tres veces (en el mismo día) que la donara, regalara o tirara. No creo ésta última: Lupita es Lupita.
Me doy un poco de miedo al confesarme a mí mismo que me aterra hasta la punta de los pies tirar a la basura algo material que "me pudiese servir en un futuro", pero que, obviamente, nunca pasará. Aunque, en el otro lado de la moneda está la ecología: ¿para qué tiro ciertas "esas cosas multiusos próximos" y contribuyo al exceso de basura en la ciudad, si puedo tenerlos conmigo, a salvo, secos y calientitos dentro de casa? Eso sonó más patético aún. Debería haber una clínica que dé tratamientos contra el miedo al desprendimiento. Debe haberlas. Pero resulta que la sección amarilla, para mí, el Gustavo amante de la basura, sí era fácil de descechar...
DULCE OLVERA.
"Ay ese humano que usa y usa..."
NOTA: la mugre es el humano, no la cosa.
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