sábado, 17 de julio de 2010

La Divina Comedia (versiòn mexicana siglo XXI) Capìtulo 9


INFIERNO

Conforme se iban acercando al borde del pozo, el error de Dante mexicano se disipaba más y crecía su miedo: aquellas que creía torres, eran gigantes. Así se lo había indicado su guía. No estoy preparada para describir lo impresionantes que son. Quizá una hormiga pudiese.

Se escuchaban palabras de sus bocas. Pero ni ellos comprendían el lenguaje de los demás ni nadie conocía el suyo. No podré decirles quién fue capaz de sujetarle, pero al fondo había uno amarrado de los brazos.

Pedro pidió a uno el favor de bajarlos al fondo del infierno, donde el frío endurece todo.

-Siempre imaginé todo lo contrario. Es decir...

-¿Que el fondo del infierno estaba hirviendo? Contestó Pedro mientras el gigante los conducía suavemente.

-Exacto. No cabe duda que el infierno es todo un misterio.

-Pero también una bendición. ¿No es hermoso saber que sí existe el castigo para toda esta bola de moldeados de mierda de burro muerto?

- ... Maravilloso.

Ya en el fondo del obscuro pozo, tanto el guía como el guiado, presenciaron un lago que más parecía de vidrio que de agua. Aunque hubieran caído diez tanques de guerra de Bush, no hubiesen echo el menor daño.

Ahí se encontraban almas que, con sus bocas mostraban el frío que tenían y con sus ojos, la tristeza de su corazón.

-¿Qué acciones de estas pobres almas congeladas las han traído aquí? Preguntó Dante mexicano desprendiendo el clásico humito que se ve a temperaturas tan bajas cuando uno se digna a hablar.

-Han peleado, odiado o traicionado a miembros de su propia sangre...

-Podría decirse que Pepe Botella siente su exalcóholico cuerpo congelarse por haber provocado que su hermano, el gran Napoleón, perdiera España...

-Supongo, aunque Napo tampoco fue un pan de Dios, eh. Señaló Pedro, deseando tener un abrigo pachoncito abrazándolo.

-Sabes a quién me gustaría ver... Oh mira -le dijo señalando a dos almas mordiéndose mutuamente los cráneos dentro del lago- Hablando del Rey de Roma y el guey que se asoma.

-¿Quién es?

-Dime tu nombre y te pondré entre los otros que conservo en la memoria para hacerles fama en la Tierra. Dijo el único ser viviente dentro de ese hoyo.

-Deseo todo lo contrario, véte de aquí y no me causes más molestias. Repuso el alma, mientras se quitaba los cabellos de su víctima de sus dientes.

-Sabía que no querrías, alma maldita. Esta es -decía a Pedro sin quitarle la mirada a dicha alma- Elizabeth. La hermana de Nietzsche. La perra que se aprovechó de la fama de su ya difunto hermano. El gusano aplastado que arruinó grandes obras del alemán. ¿O me equivoco?

-No, sí es ella. Dijo con voz de víbora la dueña del otro cráneo mordido.

Siguieron luego más allá, donde el mismo llanto no deja llorar al congelarse las lágrimas antes.
Aunque el rostro de Dante había perdido toda sensibilidad por el frío, pudo percibir viento. Su guía le informó que allá, donde los pobres espíritus se encontraban completamente congelados, ya sea unos tendidos u otros tiezos, se encontraba el ser que le haría obligatoriamente, armarse de fuerza. Dite, el mismisimo demonio oficial.

El emperador del doloroso reino sale del hielo desde el pecho. Les ruego imaginación para este momento porque no quiero escribirlo, pues, tanto dijera, sería muy poco. De él debe proceder sin duda todo mal.

¡Oh, cuánto horror produce al descubrir que tiene 3 rostros! Uno por delante, color bermejo, los otros dos se unían a éste sobre el medio de los hombros. Siendo el de la derecha entre blanco y amarillo; el de la izquierda tiene el aspecto de odio jamás visto antes. Debajo de cada rostro, salen dos grandes alas, sin plumas, pues son del estilo de murciélagos. Ellas son las que provocan dicho viento por todo el círculo con semejante agitamiento.
Con seis ojos llora Lucifer y por las tres barbas corren sus lágrimas, mezcladas de baba sanguinolenta.
Con los dientes de cada boca, tritura un pecador, de suerte que hace a tres desgraciados a un tiempo.

-El alma que está sufriendo la mayor pena allá arriba -dijo Pedro- es la del Homo Erectus. Su único, pero catastrófico pecado fue no haber evolucionado a un verdadero Homo Sapiens. Sino, todo lo contrario, dio un retroceso sumamente impresionante. Su error fue convertirse en ser humano. Ciertamente, el humano es un borrador, es una pesadilla. Lo peor de lo peor.

-Somos de lo peorcito. Reconoció Dante, bajando la mirada.

-De las otras dos caras, la que prende de la boca negra es el Petróleo, mira cómo se retuerce sin decir palabra. Sin duda, está ahí por provocar tanta enemistad entre los países llegando incluso a guerras. Sin mencionar el extremoso daño ecológico que trae consigo.

-Me imagino que el de British Petroleum debe ser el representante...

-Finalmente, aquel costal que prende de la tercera cara de Lucifer contiene nitroglicerina y pólvora. ¿Te imaginas por qué, cierto?

-¿Por tantas muertes que provocan?

-Muerte y miedo que se da a tantas personas inocentes con los productos de esos dos demonios explosivos. -Concluyó Pedro mientras veía a los tres mayores pecadores de la historia retorcerse de dolor- Pero se acerca Rosario y es hora de que despiertes, pues todo lo hemos visto.
Sostente bien -dijo como un hombre cansado- que por esta escalera es preciso partir de la mansión del sufrimiento.

Sin duda, al llegar a los pies de Lucifer, estarían en el lugar más profundo del mundo y del Infierno. Por allí volvieron para volver a ver las estrellas.




-Señor, señor -repetía un hombre de intendencia a Dante, mientras lo trataba de despertar- ya párese. Ya es la terminal.

Dante abrió sus ojos de crudo y, de haber visto al mismísimo Lucifer tragarse al Homo Erectus, veía un vagón totalmente vacío. Se paró sin agradecer a su despertador con patas y salió rumbo a las escaleras de la estación.

Desde ese día, Dante mexicano agradece las 8 horas de trabajo en la fábrica, el hambre que a veces debe de pasar. Ama la rutina. Pero cómo disfruta su tranquilidad, su cuerpo sin comezón, dolor, tristeza o arrepentimiento. Dante vive. Realmente vive porque aprecia la vida. Sólo por eso. Y agradece a Pedro haberle enseñado que el que la hace, la paga.

FIN DE LA DIVINA COMEDIA (Infierno)
por Dante Alighieri.

Adaptación al siglo XII versión mexicana
por DULCE OLVERA

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