sábado, 18 de diciembre de 2010

Autodesbautizo


Azucena se llamaba
cuando podía untar mermelada en un pan
coser un calcetín agujerado
morderse la uña de la mano izquierda
olvidar en qué página del libro se había quedado

Cuando dudaba si era menguante o creciente la lunática selene,
ella se llamaba Azucena.
La misma que podía enjuagar su cepillo de dientes con la yema del pulgar
mismo con el que votó primera y única vez.

Hacer gestos al ver los rayos de sol entre las ramas de un árbol
o parpadear hasta quitar el pedazo de palomita en la muela.
Su nombre, Azucena.

Sólo cuando buscaba las llaves dentro de una bolsa para entrar a casa
cuando dejaba volteado el bote del champú para que saliera el pilón
cuando se tallaba el ojo por el chorro de jugo de naranja que la salpicó
Azucena
si dejaba escrito un 'fui al super' en una servilleta
si se retiraba la pelusa de la blusa para que cayera a lado de la del pantalón
si dirijía su mirada a la ventana del camión para ver el amanecer en vez de al chofer
si miraba cómo el chofer cambiaba de velocidad para pasar el tope

Azucena
si abrazaba
si lloraba
si reía
si sonreía después de llorar
si lloraba abrazando
si abrazaba por llorar



sólo cuando pensaba en marcianos en la fila del banco
sólo cuando analizaba lo mucho que no necesitaba los productos anunciados en te-ve
sólo si trataba de dibujar a dios mientras esperaba un elevador


Azucena se llamaba.





Ahora, sólo ella sabe algo que nadie sabe,
ya ni siquiera ella: qué hay después de la muerte.





DULCE OLVERA
"El suicidio es una solución permanente a un problema temporal"

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