
Una vez que se escuchan
aquellas letras que le brindaron a su aquella
desde que nacío,
ya sea a través de su boca o la de otro:
/ la inevitable curiosidad nos hace
preguntarlo con anterioridad y posterioridad
para confirmarlo, recordarlo y grabarlo por siempre.
Sin duda,
el nombre de nuestra aquella
es un golpe necesario a los oídos
del que uno nunca se recupera
/ son palabras con sonido a ti.
Son simples denominaciones
que nos dejan anonadados, suspirando
y viendo hacia la nada con una sonrisa estúpida
cada que
se pronuncia
se escribe (donde sea)
se piensa
se dibuja con el dedo
se escucha
se dice a su aquella
/ y aquella voltea.
DULCE OLVERA
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