
El día en que el desplazamiento de palabras no despertó, las personas enloquecieron un tanto. Imaginen una mañana donde los bostezos y buenos días dados al aquél que durmió junto a nuestros sueños, no dejen de volar por el aire. "Buenos días, amor" una y otra vez multiplicado por los 11 millones dichos a las 5 am, otros 9 millones a las 5:30 y otros 3 afortunados que pueden pararse a las seis. Los gallos apenas comenzaban a tratar de echarse su kikiriki del día, y el viento ya cargaba con la misma frase, pero emitida por mucha voces. Los mosquitos enloquecían con tanto zumbido. En efecto, sería un día extraño y peculiar: el desplazamiento, característico de la lengua, no quiso despertar.
Aún se desconoce la causa de su flojera e irresponsabilidad. Las palabras acumuladas no funcionan: nadie se entiende, nadie puede comunicarse. Todos se frustran y se preguntan: ¿para qué me levanté temprano? ¡No puedo escuchar las noticias porque la voz de los comerciales de CV se mezclan con el "34 muertos en Sinaloa"! Tampoco se puede charlar con las hijas mientras se peinan porque los ronquidos acumulados de los esposos han generado un ronquido gigante. Al desplazamiento no le interesa: esa mañana decidió ignorar a su despertador.
En la calle la cosa está peor. Entre transporte colectivo, autos, claxons, cantos de pájaros, bullicio, voceros, helicópteros... la paradoja del día: nadie puede escuchar por tanto sonido. Ni siquiera sus propias quejas o preguntas sobre tremendo fenómeno. Sólo cuando el "¿qué chingados pasa aquí?" se sincroniza, genera una voz homogénea. Pero después se mezcla con otras frases ya dichas 20, 30 o 67 minutos antes y nadie puede responder. Son las siete de la mañana y comienzan inicios de sordera entre la población. No obstante, pronto todos quedarán sordos: los bebés empezarán a despertar y moverse en sus cunas. No tardarán en llorar y formar con sus gritos un monstruoso sonido insoportable para los oídos. Será el fin. Todos sordos: hasta que no se aprenda el lenguaje sordo-mudo, nadie será controlado ni mimado.
Sin embargo, antes de que aquello inevitable pase, algunos locos reprimidos comienzan a gritar todo lo que alguna vez desearon y por pena, desidia o "falta de tiempo" no habían hecho. En su mayoría, jamás lo hubieran hecho. El flojo desplazamiento les hizo un favor: liberarlos. "Odio mi trabajo", "Quiero divorciarme desde hace 13 años", "No he dejado de fumar, pese a que mi esposa lo piense", "Mi tesis es plagiada", "Estoy enamorada del novio de mi ex", "Sí, por qué no". Nada se logra captar. Todo es todo y a la vez nada. Ni los fonemas mismos se entienden: deciden renunciar y se van volando junto a los pocos insectos voladores sobrevivientes. El resto ha tirado la toalla o bien, sus oídos han explotado.
Por otro lado, los egocéntricos que jamás escuchan a los demás y sólo desean platicar sus interesantes vidas sin importarles los problemas del resto, no hacen otra cosa más que desear poder escuchar y diferenciar una frase de la otra. Una palabra de un grito. Un ¿cómo estás? de un "cansada". Es tarde, ese día nadie se escuchará y aún así, harán hasta lo imposible por seguir intentando comunicarse entre ellos. El lenguaje no verbal comienza a ser apreciado; se sorprende que por fin le hagan caso. Un favorecido más de la flojera del desplazamiento.
Quizá mañana todo vuelva a la normalidad. Las personas se levantarán, dirán el buenos días y éste será respondido, mas todo se desvanecerá poco a poco. Fonema por fonema. Todos volverán a ocultar lo que en verdad piensan y desearían decir, confesar o susurrar tiernamente. Todos volverán a fingir que escuchan, pero en su mente estarán en otro lado muy lejano, quizás en un mundo donde las palabras forman un monstruo gigantesco llamado: imposición de pensamiento. O bien, quizá mañana desplazamiento también opte por hacer sufrir a los hablantes de aquella población.
DULCE OLVERA
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