
Lo que me preocupa de todo esto
es el día en que logre olvidarte...
memoria sensorial cero.
Corazón frío.
Mirada opaca.
Jamás lo he imaginado, ¿es necesario?
No concibo ir por la vida
poetizando la cotidianidad
sin mi musa escuchándome...
Sigo sin encontrar una utilidad
a unas letras sin dueña.
Pasionales, sí,
pero sin decodificadora con aroma a nuez.
He vuelto a percibir tiempo y espacio:
para ser exactos,
para restregar crueldades innecesarias,
lo escribo:
presente sin ella. Viva a medias.
Se lo dije. Creí habérselo dicho. Deseé habérselo dicho.
Es tarde.
La amo...
No es que se acabe el amor...
se cansan las ganas de seguir
en una realidad alterna.
Uno prefiere una tosca seguridad.
Pies en piso.
Yo no.
Sí, todo el cuerpo cree
que se le ha acabado el amor.
Bah,
que se lo repita mil veces a su alma
hasta que la persuada con retóricas falsas.
El amor nunca se acaba. Simple, nunca amó.
Entre tanto supuesto desamor,
me ha hecho olvidar lo más importante de ello,
seguir aleteando entre soles color Osa Menor.
Sí, noches que me llenan de palabras
tras palabras hasta que logro
expresar lo de siempre: eterna espera a lo amado.
Pero sobre todo,
pese a todas las lunas moradas,
nunca llegues a considerar posible
que algún día renuncie a ti.
Mi te amo jamás ha tenido fecha de caducidad.
Por eso tardó tanto en nacer,
en volar a tus oídos,
en sentirse dentro y fuera de mí.
¡Abrázalo!
Abraza mi te amo,
es todo lo que he podido ofrecerte
de forma pura y sincera.
Es lo único sabio y útil.
Será nuestro último contacto.
Adivinaste,
no he dejado de escribirte
pese a que tú hayas dejado de leer
cada una de mis miradas, sonrisas y comas dedicadas.
Ignoro si en el mundo lejos de tú y yo también exista la poesía...
DULCE OLVERA
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