Ahora que te perdí y que
aparentemente lo he aceptado, la fascinación del amor imposible me invita a
enviarte esto como un vil ritual al vacío. Hago trampa al Final que impuse
entre el pedazo de nuestras vidas que compartíamos de forma esporádica. Me he inyectado
la sensación de que no lo leerás y por ende tengo la libertad de plasmar mis
más profundos deseos frustrados sin violar ese adiós prometido. Tú tampoco
harás trampa. Imagina que todo lo leído es como si te marcara desde una caseta
telefónica y te leyera mis poemarios mentales sin percatarme que al no
instertar otra moneda, la llamada se ha cortado hace cientos de palabras atrás,
y tú solo has escuchado una eterna línea cortada...
Me resulta muy injusto extrañarte. Mis
recuerdos contigo están tan revueltos y alterados que a veces me hacen creer
que por fin ya no estoy enamorada. Pero me bastaría una caminata a una
heladería cerca de la línea naranja para volver a estarlo. Así como me bastó
que Truman Capote haya titulado a su primer cuento como "Miriam" para
arrojar a un lado todo y ponerme a escribirte.
Creí que el proceso constante de enamorarme
de ti terminaría por el simple hecho de dejar de verte. Pero esos revueltos
recuerdos son los que me reenamoran de ti y no tú, la actual que ya no conozco.
La acomodada en mi pecho mientras ves una película y yo te creo dormida o la
sentada en el mismo sillón donde yo sigo sentándome son más persistentes que mi
lucha por olvidarte o al menos aceptar sin titubeos que perdí. Y que a pesar de
todo, siempre hubiera perdido.
Dicho de otra forma, te extraño porque estoy
enamorada de fantasmas. Sería más humano extrañarte cuando vengas y hagamos el
amor, y recuperemos aquel que dejé guardado entre montañas y frío. Luego podrás
irte con tu nueva vida, pero esta vez no te dejaré ir. Pero si solo vienes como
siempre a saludar y pretender que no me amas, prefiero seguir extrañando almas
en pena que ambulan en mi mente.
DULCE OLVERA [9 de febrero 2014].
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