Después de visitar un museo y envidiar a Picasso por haber tenido a su musa Jaqueline, me compré una cerveza y me la tomé en un parque mientras leía poesía de Benedetti. Estaba nublado. De vez en cuando las nubes se separaban y generaban vacíos en el cielo que hacían juego con el vacío de la banca donde estaba sentada. Deseaba que de pronto una bella mujer se sentara a mi lado y me preguntara por qué mi libro combinaba con mi blusa. Nada llegó, salvo la embriaguez y las ganas de regresar a casa antes de que lloviera.
Sé exactamente el día que te conocí porque, en mi diario, anoté "compartí carril con una bella mujer cuya sonrisa me produjo una atracción química en exquisitos microsegundos" (jueves 5 de junio). Releyendo me parece estúpido y poco romántico, sin embargo, recuerdo que antes había leído algo sobre la "atracción química".
No te sentaste a mi lado, mejor aún, nadaste, sirena mía.
Una semana después escribí "Lilián. Dios, qué hermosa es. ¿Ella es la bella mujer que esperaba conocer?".
De gris a lila convertiste mi vida.
DULCE OLVERA
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