domingo, 30 de agosto de 2015

Quiero que seas mi favorito incondicionalmente

He aquí la carta que estoy a punto de escribirle:

Rodrigo:
Tres fotos tuyas me dijeron que existías en algún lugar no muy lejano de mí. La primera me atrajo, la segunda me agradó, la tercera, la de la playera verde, la gorra hacia atrás y la sonrisa y mirada pícaras, me cautivó. ¿Cómo la representación fija de un desconocido puede conmoverte tanto? Escarbó en el interior e implantó el deseo de saber más sobre ese individuo cuya mirada no paraba de hipnotizarme.

Insisto, ¿cómo alguien de quien desconoces el tono de su voz, la primera palabra que pronunció en su vida (¿la sabes tú?) o su palabra favorita, puede encantarte? Seguro es justo eso. Su gorra hacia atrás y brillo en los ojos te invade de dudas e idealizaciones, de ganas de respuestas, de huecos recién cavados deseosos de llenar con primeras oraciones intercambiadas. Es, entonces, el bello proceso de conocer a alguien gradualmente así sea a la distancia. Alguien a quien sí deseas conocer y no sólo entretenerte.

Me pregunto, entonces, cómo hubiera reaccionado de haberte conocido directamente. Sin alertas, sin pausas, sin prevenciones. Tuve el privilegio de, después de breves charlas, saber que te conocería un viernes a las 5 de la tarde. Tuve el lujo de saber dónde te conocería. Ya con lugar y hora, parecía que no sería sorpresa, pero lo fue a su manera: verte de lejos, ver la representación en real, ver acercarte, saludarte mientras veía un particular brillo en tus ojos que me llevó a pensar que su color era claro o miel. Ya no eras más sólo tres fotos. Eras tú sin poses de por medio. Y me gustaste.

La atracción física no es nada del otro mundo. Pasa todo el tiempo con mucha gente. Pero la confianza y charla amena no se encuentran muy a menudo. Comer sushi y hablar sobre South Park con alguien a quien acabas de conocer y quien manda guiños a bebés resultó maravilloso.

La simpatía tampoco es algo extraordinario. Pasa de vez en cuando con cierta gente. Pero caminar con alguien que sabe admirar el crecimiento de un árbol o sentarse con alguien que puede perderse mirando la forma de las hojas de árboles entrelazados en un lugar donde cuestiona dónde están los álamos, eso, Rodrigo, jamás lo había experimentado.

Eres el hombre con el que basta caminar una tarde para enamorarse de ti. Basta verte solo una vez para vivir los otros días con el deseo, a veces oculto, a veces palpitante, a veces rabioso, de volver a mirarte. No sé si ese tipo de hombres exista o tú seas el único y yo lo conocí por una tarde. Por ahora sólo registro un encuentro y cientos de palabras que conforman conversaciones profundas, emoticones, risas sin sonido y una madrugada de dibujos.

Quiero que seas mi favorito incondicionalmente. Que no el único. Porque yo no trato con la fidelidad ni con el compromiso. Pero sé identificar cuando alguien me ha enamorado sólo por el simple hecho de existir. Quiero que seas mi favorito sin siquiera tener idea de qué piensas sobre mí. Rodrigo, ¿te gustaría ser mi hombre favorito?

DULCE OLVERA





No hay comentarios.: