domingo, 1 de noviembre de 2015

¿Qué harías si pudieras regresar unos segundos de tu vida?

Necesitaba una historia. Llevaba seca más de medio año. No tenía otra cosa salvo las ansias de escribir algo, pero ese algo era inexistente; solo un ideal. Deseaba darle duro a las teclas y que los vecinos escucharan que yo estaba escribiendo algo. Algo importante. Hace años que las notas informativas que redacto a diario dejaron de serlo para mí. Necesitaba despertar mi lado de escritora, ese lado dormido desde la adolescencia. Anhelaba algo importante. 
-¿Es importante? -le cuestioné en la cafetería donde me citó. 
-¿Qué más podría serlo que el tiempo? 
-Desembucha -Y di un trago al té. 

PARTE UNO

Se llama Fausto y no tiene nada que ver con Göethe. O solo en esa cuestión de ser una especie de filósofo atormentado ante las decisiones trascendentes que debe tomar a diario. Es el director de una agencia particular no tan conocida, pero altamente particular. Tiene 38 años y heredó el negocio. Le gustan las salchichas alemanas y las canciones de cuna. 

No revelaré el nombre de mi fuente ni la dirección donde se ubica la agencia. 

Es una agencia donde las personas pueden solicitar un permiso para retroceder el tiempo solo unos segundos. En una carta se deben especificar puntualmente los motivos y Fausto, junto con su equipo conformado por psicoanalistas, filósofos, abogados y médicos, deciden a quién brindarle ese milagro (a cambio de una fuerte cantidad de billetes, claro). Solo se puede dar a un solo solicitante por día. La demanda, pese a la clandestinidad y secrecía, es impresionante. No se ve (las filas son ausentes para no levantar sospechas), pero el correo electrónico se satura al igual que sus mentes. Decidir, decidir, decidir. 

-¿Por qué tal solicitante debe recibir la oportunidad de regresar el tiempo por ciertos segundos y por qué aquel otro no, quien también envió su carta con sus respectivas razones? 
-La decisión debe ser por consenso, pero rápida -me responde mi fuente, la cual labora en la agencia. 
-¿Escuchar canciones de cuna no alteran su decisión necesariamente parcial? 
-Las escucha en sus horas libres. Sus pocas horas libres. 
-¿Fausto es rico?
-¿Eso es relevante?
-Era curiosidad. 
-...
-¿Lo es? ¡Jesucristo, recibe un fajo por cada solicitud, no por cada servicio!
-El precio no es el mismo. 
-El dinero se acumula.
-Me estás hostigando. Ya no hablaré -toma su propio sorbo de té. 

PARTE DOS

Espero a mi fuente a unas calles de la agencia. Es una casa aparentemente normal. En su interior se hace la magia sin necesidad de varas o polvos. El mago es la discreción. 

-De hostigar estamos hechos los periodistas. 
-Lárgate de aquí.
-Me dijiste que era importante. 
-Lo es. 
-Desembucha entonces -y mastico el poco fideo que me sobra de la sopa instantánea. (No es la marca que piensa. Por dios, hay otras). 
-Largo. 

Bastantes pasos después logro convencer a mi fuente de volver a la charla sobre algo importante. Ese algo que alimenta mi hambre de golpear duro las teclas. Justo como ahora. 

-¿Puedo acceder a algunas cartas de solicitud de regresar el tiempo unos segundos?
-No. 
-Oh vamos.
-Bueno. Te llevaré con Fausto. 

Mi sopa se ha acabado. 

PARTE TRES

Me presentaron a Fausto. El hombrecillo de 38 años solo accedió a hablar a cambio de que contara sobre su agencia como un cuento. La agencia se redujo a una historia de ficción, no mi boleto para un premio nacional de periodismo. O mínimo un reconocimiento local. 

Accedí. Estaba ante algo grande. 

-¿En qué te basas para decidir a quién darle esos segundillos? 
-Depende el caso. 
-...
-...

Tendría que aplicar todas mis habilidades para hacerlo hablar. 

-Supongamos que estás frente a mil cartas. ¿Las abres todas?
-Me pagan por ello.
-¿Y tu equipo de especialistas?
-Les pago por ello. 
-Dios, no les da tiempo.
-Estamos en una agencia del tiempo...
-Diablos. 

Necesitaba una de esas sopas instantáneas. En solo tres minutos tienes fideos calientes para ti.

-Supongamos que ya filtraste 997. Estás frente a tres... 
-No supongo nada. He estado en esa situación. El primer filtro es la superficialidad y las bromas. Con ese solo se van unas 700. 
-¿Le dan prioridad a los casos de vida o muerte? 
-Hay hechos más importantes que la vida. Y la muerte es natural, ¿qué somos, dios? 
-¡Son capaces de regresar el tiempo unos segundos!
-Es nuestra herramienta de trabajo solamente. 

O mínimo necesitaba un cigarro. 

-Dame un ejemplo de alguien a quien le hayas regresado segundos de su vida para decidir otra cosa a lo decidido. 
-Una mujer nos solicitó que regresáramos los segundos antes de que ella accediera o no a desconectar a su hermano. 
-¿Lo desconectó?
-¿Has escuchado hablar de la política de privacidad? 

Ese fue una negativa previa respecto a darme acceso a un par de cartas. Lo intenté. Solo calló y quedó mirando fijamente su llavero de simio de circo. 

PARTE TRES

Antes de sentarme a escribir mi fallido intento de premio nacional de periodismo di una vuelta por el parque de la colonia e intenté detectar situaciones en las que retroceder unos segundos marcaría la diferencia a largo plazo. Mediano plazo, quizá. 

¿Es trágico que un niño de 4 años se caiga del columpio y llore o es necesario para crecer?
¿Es trágico que el vendedor de helados deje de tocar su campanita segundos antes de convencer a un cliente a comprarle o solo perderá unas cuantas monedas?

El parque es tan reducido que no me permitió ampliar las posibilidades. ¿Es trágico morir en un accidente provocado u ocurrido en seis segundos?, ¿es trágico perder la confianza de alguien por un comentario de treinta segundos?, ¿es trágico romper una relación por un golpe de cinco segundos?, ¿es trágico que solo unas cuantas personas sepan de la existencia de esa agencia y alguien que de verdad necesita esa segunda oportunidad no la obtenga?, ¿qué es suficiente para de verdad necesitar regresar unos segundos?

Recuerdo a ese muchacho que no alcanzó el metro por 45 segundos y se le hizo tarde 15 minutos. Recuerdo a esa anciana que no alcanzó a cruzar la calle por un par de segundos y ahora está muerta. Segundos. Se-gun-dos. La manecilla, el número, el tiempo. 

No volví a consultar mi fuente ni la fuente a mí. Estoy rodeada de vasos de sopa instantáneas que en conjunto forman un reloj gigante. O eso imagino.  

Qué complicado es decidir a cada segundo. 

Justo ahora quiero una salchicha alemana. Le marcaré a Fausto para invitarle un par. ¡O mejor no?


DULCE OLVERA 





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