Debes estar totalmente en el fondo del lago para querer regresar con tu ex. Ahora tengo todo el tiempo y libertad para entregarme a mi enfermedad. Descubrirme tal como soy. Me emociona jugar con la manía, aunque todo lo que tengo es un bote de helado vacío y un perro angustiado ante los truenos atípicos de invierno.
Voy a tomar un poco de Holden Caulfield y otro poco de Leonard Bankhead para mezclarlos con leche y licuarlos. Beberé el vaso con restos de huesos, sangre, manía y depresión. El trago me invadirá del conocimiento de Bankhead para iniciar un diario sobre cómo abandonar las cajas de escitalopram que acumulo en los dientes y, sobre todo, en la quijada.
La sobredosis, del medicamento que impide suicidarte, me está matando. Se ha trasladado al cerebro, a la cabeza. Hace días la migraña me hizo sentir el cerebro detrás mío. Palpitante me perseguía.
Aventemos la moneda al aire. Ir sacando poco a poco el antidepresivo, el concepto alerta, es tumbar el muro y dejarla entrar. Vives ahora conectada a la vida artificial de los químicos. Desintoxicarse es dar la bienvenida al delirio.
No encontré nada debajo del lago. Sigo sacando burbujas y bailando en el agua. Si por mí fuera, sería el pez que llevo dentro. Pero la física me bota a la superficie. He salido al lago que visité en Puebla cuyas ondas me mareaban.
Cómo enfrentarte al pasado. Es abril de 2017. Agneris está a punto de romperme el alma. Y, aunque sé qué pasará en unos días, volveré a hacerlo: tirarme al suelo de la oficina, borracha, un miércoles por la tarde. Morirás seis meses.
Ahora estoy frente a una pirámide de vidrio que me recuerda el París en el que nunca he estado. Estoy a punto de conocer a Aiza. Es el 12 de octubre de 2017 a las 13:59 horas. Tiempo pasado, para ahí, en el clímax de la emoción. Son las 14 horas en punto y ella está atrás de ti. Volteas hacia atrás y le sonríes. Aiza ha entrado a tu vida. Será de una manera vertiginosa. Tan rápida que te inyecta la necesidad de más. Pero a las 14:02 horas solo sonríes. Cuando alguien te gusta de verdad sientes cada momento con la angustia de que ella se quede. No se quedó.
Ese día, en cambio, jueves, compartieron la hora de comida. Ya para el postre estabas medio loca por ella.
Aiza, la del pasado, quédate. Dejé que octubre terminara sin ti. Ahí debí quedarme. Hoy despierto en enero de 2019 sin ti. Voy a dedicarte estos recuerdos a ti.
DULCE OLVERA
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