domingo, 27 de octubre de 2019

Día 4 Cabo Polonio

 8 de marzo


Desperté con 27 años de vida. Abrí las cortinas de a lado de mi cama y vi un amanecer anaranjado arriba del mar. Momentos después se nubló el viernes. Me tomé una selfie en el baño, la primera de 27 años. Me veía sexy, cero cruda y feliz. Un mes y medio después mi novia vería esa foto y le gustaría. Entonces no nos conocíamos.

Me bañé, empaqué (olvidé mi peine negro en el lavabo negro), regresé el adaptador para cargar el celular, y me fui al restaurante del hotel. Qué buen desayuno. El gerente me regaló chocolates. Por un momento pensé que era por mi cumpleaños, pero después comentó que era el día de la mujer (no se conmemora así, señor, pensé). disfruté de la fruta, pan, jamón y café en la terraza viendo el mar nublado y sintiendo el rescoldo de la tormenta de la noche anterior. los paraguas estaban tirados. me preocupaba (daba flojera) caminar hasta la central del omnibús, lejos del centro de Del Diablo donde me encontraba.

Dejé el hotel, caminé un par de calles y pregunté cómo llegar. Una combi me llevaba por 12 pesos uruguayos. En el camino se subió una chica argentina que estaba en un hostal. Bajamos y pidió también un boleto para Cabo Polonio. El omnibús salía a las 11 horas a Polonio, pero venía retrasado. Lloviznaba. Me puse mi suéter y me fui a una esquina a terminarme la mariguana que me vendió aquel artesano brasileño. Esta vez, a diferencia de la tarde anterior, me colocó un poco y disfruté la música.

El camión por fin arribó y partimos a Cabo Polonio, hacia abajo, rumbo a Montevideo. Fueron alrededor de dos horas de viaje: leyendo y escuchando música, y viendo vacas y vacas pastando en la verde costa uruguaya. Cuando llegamos me confundí. No vi mar, solo un sitio con safaris. Joder, un lugar con playa, pregunté a dos chicas. Me sugirieron  regresar al camión. Pero entonces vi a la argentina comprando otro ticket: era para el safari, que te transporta entre bosque a la isla. Polonio es una isla. Sin internet ni luz eléctrica. El retiro perfecto.

gira el haz de luz / para que se vea desde alta mar

El safari se movía de un lado al otro, la chica argentina me preguntó si aceptaban tarjeta en los hostales y le dije que no tenía idea. Pasamos de bosque a la playa, con el faro de los 12 segundos de oscuridad que narra Jorge Drexler en una canción. La chica y yo buscamos un hostal con tarjeta (yo traía efectivo y le dije que cualquier cosa le prestaba), y quedamos como roomies. 16 dólares la noche, solo 16! Me preguntó por qué traía una botella de cerveza vacía en mi maleta. Las colecciono. Justo ahora está en uno de mis libreros. Me cambié, y fui por comida.

yo buscaba el rumbo de regreso sin quererlo encontrar

Polonio es un sitio costero y místico. Me tocó un día nublado. El viento golpeaba, y el mar lucía frío. Caminé por su orilla hasta que encontré sillones acogedores cerca de las olas. Pedí una patricia y me puse a leer y sentir el viento. Horas después el chico del hostal me preguntó si quería comer unas tortas de papa-atún. Entré y también pedí un té caliente. Hacía mucho frío esa tarde de viernes. Pero sentí calor dentro con personas que llevaban meses pernotando ahí. Polonio es un lugar tan acogedor que decides botar todo un rato y quedarte ahí de voluntario, para comer y vivir. Los entendí perfecto.

un faro quieto / nada sería / guía mientras no deje de girar

Luego seguí caminando hacia las dunas. El viento enterraba la arena en mis piernas. Dolía, y me sentí en el desierto, aunque viera el mar frente a mí. El faro quedaba tan lejano, y fue mi siguiente destino.
Aún era de día. La luz solar arriba de las nubes me guió hacia él. Las piedras de ese lado del mar son camas de los lobos marinos negros que reposan todo el día todos los días, salvo cuando bajan a nadar al frío océano.

no es la luz lo que importa en verdad / son los 12 segundos de oscuridad 

Caminé y caminé siguiendo al faro desde mi propia alta mar. Sin luz, sus paredes rojas también guían. Lo subí. Docenas de escalones pequeños. Con una breve distracción puedes caer. Ya arriba, en el mirador circular, el viento pega más fuerte que en las dunas. Te mueve, te hace retroceder el camino. Rebobinar la vida. Vi a Polonio tan pequeño y en paz. El mar rodeándolo. Esperando más lobos de mar y barcos lejanos.

Bajé. Casi anochecía, pero el mar me tentaba. Decidí enfrentar el frío. Magia en Polonio. Me quité el suéter y la falda, y comencé a nadar. Fue encantador como en otros mares. Nadie más ya nadaba a esas horas y con ese clima. Terminé mientras veía el atardecer. Me sequé y subí al centro para vestirme. 

un faro para solo de día / guía mientras no deje de girar

Pedí un café y un pan de espinaca para cenar. Vi a la roomie de lejos, pero no nos saludamos. Leí un rato. Me sentía mojada y con frío. Regresé al cuarto del hostal para cambiarme. Tenía ganas de beber, pero en ese lugar no había bar. Me puse el pants, calcetines y fui al hostal de alado, con bar. Pedí una patricia sentada en la barra. Me aburrí y me pasé al sillón. Pablo comenzó a hablarme y no paramos de charlar toda la noche. Un argentino-francés de entonces 37 años. Hablamos de los lugares que conocía de México y América Latina. Le dije que ayer había sido mi cumpleaños. Le platiqué del autor de serotonina, un francés, pero dijo no haberlo leído. Hablamos de economía y globalización. También charlamos con una música nómada. (él lo es). Finalmente compré una botella de vino, me besó y nos fuimos a la playa pese al frío. Perdimos las copas. El viento nos mataba. Encontramos un bar cerrado con cojines.  nos perdimos de regreso. Finalmente, entre las lámparas de nuestros celulares reencontramos nuestros respectivos hostales y nos despedimos. Entré al cuarto y la roomie ya dormía. Eran como las 2 de la mañana y ese día (sábado) salía mi vuelo de regreso a México a las 17 horas.

12 segundos de oscuridad


PD: El camión de regreso de Polonio a Montevideo salía hasta las 13 horas, por lo que tuve que pedir un taxi hasta la capital uruguaya, lo cual me desbancó, aunque no perdí el vuelo. Todavía me alcanzó para un sándwich, una cerveza, llaveros para la familia, dulce de leche y una playera de Uruguay. Volveré pronto.


DULCE OLVERA









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